De botellas y licores

El artículo de hoy no es apto para abstemios: estas personas que no consumen licor no creo que estén interesadas en saber sobre bebidas alcohólicas y botellas.  Estas vasijas destinadas a contener líquidos tienen un origen que se remonta a las antiguas civilizaciones, se elaboran de distintos materiales como cristal, vidrio, arcilla y plástico, y su signo distintivo es que poseen un cuello estrecho.

Ahora bien, si la botella tiene poca capacidad se denomina botellín, pero si es más grande puede ser un botellón, damajuana o garrafón, como los que aparecen en los frutajes (cuadros de bodegones con flores y frutas).   

Existen botellas de variadas formas, tamaños y colores.  En el mundo vinatero tenemos la bordelesa, que es cilíndrica y su presentación habitual es de color verde, al igual que la borgoñona, que tiene una capacidad de 0,75 litros (la capacidad estándar de una botella de vino). Su nombre proviene de las ciudades francesas de Burdeos y Borgoña, respectivamente. 

Por su parte, la botella mágnum tiene una capacidad mayor que las dos anteriores, porque contiene 1.5 litros de champán, mientras la petaca, conocida como carterita en Venezuela, es ancha y aplanada y se lleva en el bolsillo llena de alguna bebida alcohólica. Asimismo, la litrona es una botella de cerveza con capacidad para un litro, de allí su nombre. 

Y es que las botellas pueden tener una lista inimaginable de licores en su interior. Por el momento comentaré algunos que están clasificados como un tipo de aguardiente (balarrasa, cachaza, mosolina, holanda, vodca o vodka) o que además de este licor se preparan con otros ingredientes como el noyó, que tiene aguardiente, azúcar y almendras amargas; y el cúmel, de origen germánico, que se aromatiza con comino y se distingue por su dulzura. 

En esa lista también entra el rosoli o rosolí, que es un aguardiente con canela, azúcar y otros ingredientes olorosos, mientras que la ratafía es una variedad de rosolí que tiene zumo de cerezas o guindas, y la queimada es una bebida gallega que se prepara quemando aguardiente de orujo con limón y azúcar. Su preparación involucra un ritual particular y tiene una gran presencia dentro de la cultura de Galicia.

Cerramos esta entrega regalándoles un luquete, que es una rodaja de limón o naranja que se agrega al vino para que tome de esta su sabor.  Asimismo, en Andalucía se denomina tajadilla a una pequeña porción de estas mismas frutas cítricas que se vende para los bebedores de aguardiente. 

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Autor: Susana Harringhton

Venezolana, profesora universitaria, amante de la literatura, orgullosa de sus raíces. Agradecida por los amigos que la vida y las letras le han regalado.

1 pensamiento en “De botellas y licores

  1. Bello ese artículo, Susana, muy interesante. Me encanta cómo nos nutren con sus mensajes donde muchas cosas desconocemos. Abrazos al grupo.

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